octubre 07, 2012

esa delgada línea

No sé que empeño tienen muchos representantes políticos en abrumarnos con su torpeza.

En cierto modo creo que los ciudadanos nos hemos ya acostumbrado a escuchar desafortunadas intervenciones "fuera" o, cada vez más a menudo, "dentro" de micro. Sin embargo, resulta bochornoso que esa fiebre extraña que ataca al político y le lleva a creerse en posesión de la verdad y con el deber de iluminar al pueblo, pobre ignorante, se meta últimamente en terrenos tan como el respeto a la integridad de las personas, en este caso en el terreno de la sexualidad.

Si hace unos meses gran parte del mundo -la otra parte aplaudía desde su cueva- se llevaba las manos a la cabeza por las declaraciones del senador Atkin sobre los supuestos "mecanismos con los que cuenta el cuerpo de la mujer para evitar el embarazo en caso de violación si esta no es consentida", esta semana me doy de bruces contra una nueva joya, esta vez, por parte del ya ex-Presidente del Consejo de Emigración, el ¿señor? Bragaña.

 "Las mujeres son como las leyes, están para violarlas". 

Dice.

Y yo, y la mitad que está fuera de la cueva y no caza mamuts, nos preguntamos qué ha podido pasar por la cabeza de este individuo para hacer tales declaraciones públicamente. Porque, sin entrar ya a comentar el tipo de pensamiento que estas evidencian, y que entiendo que a todos nos resulta obvio, en la intimidad de su cueva puede hacer todas las pinturas rupestres que le parezca y regodearse en su neanderthalidad. Pero lo mínimo que se pide a una figura pública es que sus formas no delaten de manera tan grosera lo que un traje y un par de instrucciones de unos asesores pueden disimular. Siempre recuerdo esa sabia frase que recomienda no atribuir a la maldad lo que puede atribuirse a la estupidez, pero a veces la frivolidad con la que nos sorprenden algunos resulta  ciertamente difícil de interpretar. Se trata de esa delgada línea que separa lo necio de lo ruin.

Ya a título más personal, me pregunto si le gustaría al señor Bragaña que le introdujesen un palo por el recto. Porque los palos, señores, están para eso, todo el mundo lo sabe. Se encuentran a disposición de los honrados ciudadanos que de vez en cuando, se sienten avergonzados de la calaña política que nos inunda.


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