Se hacen dos incisiones longitudinales a lo largo del tronco y se separa, con cuidado, la corteza hasta abrir un pequeño hueco que acogerá la púa. Ésta habrá sido previamente tallada, hasta librarla de su coraza marrón.
(porque sólo cuando se deja a un lado la envoltura podrán crecer juntas y sin reservas)
Entonces se protege con barro, que sellará la herida, y se aisla con vendas y tierra, que mantendrá fresca y húmeda esta nueva oportunidad.
De brotar otro sol, implantado en una herida.
De renacer, entonces: el árbol, la tarde, la risa.
Habiendo entrado a día de hoy en lo más profundo de mi médula, ahí donde se elabora la savia que da sentido a mis latidos. Las manos de mi abuelo. Su carcajada guiando mis pasos. El verde y el azul que me vieron crecer y me hicieron ser quién soy.
Y no sabías (ni sabía yo) lo importante que fue llegar a compartirlo.