Se hacen dos incisiones longitudinales a lo largo del tronco y se separa, con cuidado, la corteza hasta abrir un pequeño hueco que acogerá la púa. Ésta habrá sido previamente tallada, hasta librarla de su coraza marrón.
(porque sólo cuando se deja a un lado la envoltura podrán crecer juntas y sin reservas)
Entonces se protege con barro, que sellará la herida, y se aisla con vendas y tierra, que mantendrá fresca y húmeda esta nueva oportunidad.
De brotar otro sol, implantado en una herida.
De renacer, entonces: el árbol, la tarde, la risa.
Habiendo entrado a día de hoy en lo más profundo de mi médula, ahí donde se elabora la savia que da sentido a mis latidos. Las manos de mi abuelo. Su carcajada guiando mis pasos. El verde y el azul que me vieron crecer y me hicieron ser quién soy.
Y no sabías (ni sabía yo) lo importante que fue llegar a compartirlo.
3 comentarios:
Y son de esos instantes que en vez de olvidarse se hacen incluso mas fuertes. Y enseñan. Y tu aprendes, sonriendo.
Y teneis que estar tan orgullosos como abuelos reciprocos. O incluso mas.
Te quiero:)
si es que...
"as personas non cambian neniña"
sólo nos transformamos: desafiando a las leyes de la termodinámica una y otra y otra vez...
Últimamente estoy un poco lenta respecto a tu blog. Pero me encanta venir y ver cosas que todas, absolutamente todas, merecen la pena ser leídas con detenimiento y cariño.
Como mirarte a ti.
Publicar un comentario