Un día te levantas, vas caminando por la calle y te cae una maceta en la cabeza desde un balcón. Y se te abre una brecha de diez centímetros en la frente.
La maceta no tiene la culpa, tampoco la gravedad. Tampoco tú tienes la culpa, siempre has pasado por el mismo sitio a la misma hora y jamás se te ocurrió que tal cosa pudiera ocurrir. El caso es la brecha está ahí, sangrando. Y duele.
Pero sabes que curará, tarde o temprano. Si la mierda de los Clostridium no complican el problema, será sólo una cuestión de tiempo. Tiempo y el valor de entender que son sólo cosas que ocurren en un universo imperfecto, en el que las leyes de la física no juegan siempre a nuestro favor.
En el que las cosas no son casi nunca blancas o negras.
Y en el que lo más sorprendente, y hermoso, es que seguimos plantando semillas en macetas. Y pasando por debajo de los balcones.
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Y lo más increíble todavía será cuando esas semillas se conviertan en plantas con raíces afincadas a la piedra que pisas, haciendo que no haya maceta con riesgo de caída, sino estabilidad forjada.
Y no sabes cuánto me alegro. No lo sabes.
Sin tangentes entre tantas gentes.
Radios de la circunferencia que se dirigen certeros hacia el núcleo gravitacional de las cosas:
lo importante o lo "creciente" de las cosas.
Un beso fuerte
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