Sigue siendo, a pesar de los años, el mismo remanso de cristal azul. Quizá más calmo y profundo.
Las mismas manos, quizá más resueltas.
Los faros que nos perdieron, las dudas que nos guiaron.
Las palpitaciones que nos definen y nos conducen -una vez más- a algún lugar en mitad de la nada.
Esta niebla, esta noche, estos minutos suspendidos en la tenue lluvia de febrero.
Vivir la vida como si fuera esto. El minuto. La niebla. La noche. Las manos. El azul.
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