abril 01, 2012

Esta noche hablé por teléfono con mi abuelo. Lo notaba raro, no hizo sus bromas habituales ni se rió con ninguna de mis tonterías, estaba apagado. 


Finalmente me lo dijo.  "Non é nada, neniña... E que arderon as leiras do Recanto..." 


Ayer, como en tantos otros puntos de Galicia, algún hijo de puta desalmado prendió fuego a una de las fincas de pinos que mi abuelo plantó, cuidó y mantuvo cuidadosamente durante años... Ya que no sabe hacer las cosas de otra forma, como si cada minúsculo detalle fuese vital, siempre paciente, siempre tranquilo. 

Es imposible expresar lo que para él representan esos árboles... cuando se quemaron lo hizo también su ceño fruncido al trabajar, el sudor, su perfeccionismo innato reflejado en la alineación perfecta de las hileras, el orgullo con el que me las enseñaba al recorrerlas... el amor a la tierra que siempre fue su vida.

No es la primera vez que pasa, ni por desgracia será la última. Pero algo me dijo en su voz que está ya cansado de intentar entender este mundo. Cansado y triste, después de tantos años, por sentirse cada vez más lejos de poder llegar a hacerlo.

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